China apresura sus lanzamientos para no depender de Starlink.

La carrera espacial entró en una nueva fase, pues ya no se trata solo de explorar, sino de controlar infraestructuras críticas en órbita. En este sentido, China decidió pisar el acelerador, con cuatro lanzamientos en apenas cuatro días no son un gesto simbólico, sino una demostración de músculo logístico con un objetivo claro: garantizar soberanía espacial y evitar quedar supeditada a constelaciones privadas extranjeras.

Recordemos a principios de diciembre, la agencia espacial de China ejecutó una prueba de estrés sin precedentes: cuatro misiones orbitales desde cuatro centros distintos (Hainan, Taiyuan, Xichang y Jiuquan) en un margen de 96 horas. El objetivo fue comprobar si su cadena de lanzamientos infraestructura, logística, control y telemetría puede operar casi en paralelo sin cuellos de botella. El mensaje es inequívoco: el país se prepara para lanzamientos rutinarios de alta cadencia, necesarios para desplegar miles de satélites.

Ahora, en este 2025 ya marca un hito para la industria aeroespacial china, con más de 80 lanzamientos orbitales en el año y tres cohetes Long March despegando con menos de 19 horas de diferencia. Un ritmo que hasta ahora solo había logrado SpaceX. Esta capacidad no solo es técnica: implica procesos optimizados para minimizar el tiempo en rampa y maximizar la disponibilidad de plataformas. El “menú” fue variado y estratégico. Un Kuaizhou-1A desplegó satélites VDES para seguimiento marítimo; un Long March 8A lanzó 14 satélites Guowang la alternativa estatal china a Starlink; otro Long March 6A amplió capacidades para futuras constelaciones; y un Long March 4B puso en órbita un satélite Yaogan de teledetección. Conjunto completo: civil, comercial y con claro valor dual.

Sin embargo, la prisa tiene una razón regulatoria: en órbita rige la lógica de “primero llega, primero ocupa”. Con Starlink superando los 6.000 satélites operativos y planes para decenas de miles más, China quiere asegurar frecuencias y posiciones antes de que el tablero se llene. Sus programas Guowang y G60 suman decenas de miles de satélites planificados.

Finalmente, la utilidad de las constelaciones quedó probada en conflictos recientes y ha elevado la apuesta estratégica. Incidentes previos entre satélites comerciales y la estación Tiangong subrayaron riesgos de congestión y dependencia. Para Pekín y también para Europa, construir, mantener y reparar en el espacio es clave para no depender de terceros.

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