La NASA hará caer a la Estación Espacial Internacional en el océano.

Durante mucho tiempo, la Estación Espacial Internacional (EEI) fue y es un símbolo de cooperación global, más que un laboratorio: una ciudad suspendida a 400 kilómetros sobre nuestras cabezas. Desde 1998, giró alrededor del planeta 16 veces al día, albergando astronautas de más de 20 países, pero su tiempo está por acabar.

Ahora, la NASA confirmó que en 2030 la estación saldrá de órbita en una maniobra de destrucción controlada, dirigida hacia el punto más solitario de la Tierra: el Punto Nemo, el cementerio de las naves espaciales. Luego de más de tres décadas operando, la EEI muestra el desgaste inevitable de los años. Módulos que se expandieron y contrajeron con las variaciones de temperatura, piezas envejecidas y sistemas diseñados para una vida útil mucho más corta. Aun así, resistió tormentas solares, colisiones con micrometeoritos y tensiones políticas en la Tierra. Sin embargo, para el año 2030, cuando se complete su última misión, una nave de soporte será la encargada de guiarla hacia su destino final.

De manera que, la maniobra incluirá una serie de movimientos de propulsión conocidos como “quemaduras de frenado”, que reducirán gradualmente su velocidad orbital hasta provocar su caída. Parte de la estación se desintegrará al entrar en la atmósfera. El resto fragmentos de metal y paneles solares impactará en un punto específico del océano Pacífico Sur, a más de 2.700 kilómetros de la Antártida. El lugar elegido se llama Punto Nemo, y su ubicación no podría ser más simbólica. Está situado en el Polo de inaccesibilidad del Pacífico, el sitio más alejado de cualquier masa de tierra: 1.600 kilómetros en todas direcciones hasta la isla más cercana.

Por su parte, el ingeniero croata Hrvoje Lukatela lo identificó por primera vez en 1992 mediante cálculos de geolocalización. Lo bautizó con un nombre inspirado en el capitán Nemo de Veinte mil leguas de viaje submarino, el navegante solitario de Julio Verne. En latín, “nemo” significa nadie y nadie, pero nadie, vive allí.

Por su aislamiento extremo y su mínima circulación de nutrientes, el área es prácticamente estéril. Esa característica la convirtió en el cementerio espacial del planeta: el lugar donde reposan los restos de más de 260 satélites, estaciones y cápsulas, incluidos fragmentos de Mir, Progress y sondas soviéticas de los años 80. La NASA, junto a Roscosmos (Rusia), la ESA (Europa), la JAXA (Japón) y la CSA (Canadá), supervisará la maniobra paso a paso. Nada puede quedar al azar: el ángulo, la altitud y la velocidad deben calcularse con precisión milimétrica para que ningún fragmento escape del corredor seguro. “Será un momento histórico y profundamente simbólico”, aseguró Ken Bowersox, exastronauta y director de Misiones Espaciales de la NASA. “La selección de un vehículo de desorbitación nos permitirá garantizar una transición segura y responsable al final de la vida de la estación.”

No obstante, cuando la EEI entre en la atmósfera, parte de su estructura se convertirá en fuego visible desde la Tierra como una lluvia de fragmentos. Lo que quede alcanzará el Pacífico a una velocidad devastadora y se hundirá en las aguas más silenciosas del planeta. La caída de la EEI marcará el fin de una gran era. Fue el mayor proyecto de ingeniería cooperativa de la historia, construido por miles de personas de distintas nacionalidades, religiones y lenguas. En su interior se cultivaron plantas, se imprimieron órganos humanos, se probaron materiales para Marte y se estudió cómo la microgravedad afecta al cuerpo humano.

En todo caso, su destrucción no será una pérdida, sino una transición. En su lugar surgirán nuevas estaciones espaciales privadas, lideradas por empresas y agencias que buscarán mantener una presencia humana permanente en órbita. La herencia de la EEI no desaparecerá, para nada: quedará flotando en cada dato, en cada fotografía y en cada científico que aprendió mirando hacia abajo desde el cielo. Para saber un poco más, el Punto Nemo es, en esencia, un espejo del tiempo. Un lugar donde los restos del ingenio humano se hunden lentamente entre corrientes que casi no se mueven. Allí no hay vida, ni testigos, ni memoria, solo metal y silencio.

Finalmente, cuando la Estación Espacial Internacional caiga sobre ese océano vacío, no habrá aplausos ni transmisión en directo. Solo el mar más solitario del mundo, recibiendo en su fondo el último símbolo de una civilización que aprendió a tocar el espacio.

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