La llama olímpica llegó a Pekín la semana pasada procedente de Olimpia, Grecia, y recorrerá varios puntos del país asiático para alentar a la población a practicar deportes de invierno antes de su relevo, previsto para entre el 2 y el 4 de febrero en las tres sedes de la cita olímpica, Pekín, Yanqing y Zhangjiakou.
En ese momento, la ciudad será objeto de atención internacional, por lo que las autoridades quieren evitar a toda costa un rebrote a gran escala y aplican a rajatabla la ya habitual política china de tolerancia cero contra el covid.
Los llegados a China deberán registrar su temperatura corporal en sus países de origen 14 días antes de su llegada a China y someterse a dos pruebas de ácido nucleico en las 96 horas previas al vuelo.
A su llegada, los atletas y los periodistas deberán permanecer durante su estancia en la capital china en un circuito cerrado que cubrirá todas sus actividades en la capital china, y ceñirse a las medidas preventivas, bajo pena de descalificación o expulsión para los atletas, anunció hoy el comité organizador.
En el aspecto político, el Parlamento Europeo aprobó el pasado julio una resolución que pedía un “boicot diplomático” a los Juegos de Pekín por “abusos contra los derechos humanos”.
Sin embargo, el vicepresidente del Comité Olímpico Internacional, John Coates, aseguró este mes que el comité “no tiene la capacidad de ir a un país y decirle qué hacer”, comentario que fue “valorado positivamente” por el portavoz chino de Exteriores Zhao Lijian, quien declaró que China se opondrá a “la politización del deporte” y que organizará unos Juegos “magníficos y seguros” para el mundo.
