Galbot G1humanoide lento sirve bebidas en Pekín.

La tecnología alrededor del mundo no se detiene, es el caso de Pekín, recientemente inauguró uno de los primeros kioskos gestionados por un robot humanoide, pero la escena no es tan futurista como podría imaginarse. El G1 de Galbot tarda varios segundos en entregar una bebida y su movimiento recuerda más a un experimento que a un servicio eficiente. Aun así, la clave no está en la rapidez, sino en lo que la compañía está intentando demostrar: que un humanoide puede desenvolverse en un entorno abierto sin depender de scripts rígidos.

El nuevo G1 no pretende reproducir la destreza de un camarero profesional ni competir con la velocidad de una máquina expendedora común. Pues, su razón de estar en un kiosko automatizado es muy distinta, el Galbot utiliza este escenario como un laboratorio público donde pone a prueba un sistema de percepción que combina un modelo de lenguaje en tiempo real con visión integrada. Todo ello se ejecuta sobre hardware NVIDIA Jetson Thor, diseñado para procesar información del entorno y generar acciones adaptativas sin intervención humana. A diferencia de otros robots humanoides especializados en tareas coreografiadas o movimientos preprogramados, el G1 no depende de rutas marcadas en el suelo ni señales externas. Su base móvil no utiliza piernas prioriza estabilidad y autonomía. Con cámaras distribuidas por el cuerpo y sensores múltiples, analiza lo que tiene delante, identifica la colocación de los objetos y decide cómo manipularlos en función de la situación concreta.

Es por esta razón que el kiosko resulta un entrenamiento idóneo. Personas que entran y salen, productos desalineados, superficies irregulares, iluminación cambiante. Ninguno de esos factores aparece en un laboratorio estéril, pero sí en un espacio comercial vivo. Y es ahí donde Galbot quiere demostrar que su robot puede corregir, adaptarse y reaccionar, incluso si el resultado final es más lento que el de una máquina tradicional. Desde fuera, la operación puede parecer torpe, el robot levanta una botella, analiza su posición, calibra la pinza y tarda más de lo esperado en completar una acción trivial. Pero esa lentitud es parte del objetivo. Galbot no busca rendimiento inmediato, sino información. Cada interacción genera nuevos datos para entrenar un modelo generalista capaz de enfrentarse a tareas logísticas, que es donde la empresa realmente quiere posicionar el G1.

Por su parte, la compañía muestra en sus demostraciones cómo el robot reorganiza cajas, interpreta cambios en el entorno y reajusta movimientos cuando los objetos se desplazan. La lógica es clara. Si un humanoide puede gestionar una bebida en un entorno impredecible, también podría operar en almacenes, centros de distribución o entornos de última milla, donde se requiere autonomía, reacción y manipulación segura. El kiosko de Pekín funciona, entonces, como una vitrina y como una prueba de estrés. No está pensado para sustituir a trabajadores de hostelería, sino para validar que un robot generalista puede abandonar el laboratorio y sobrevivir en la vida real. Y aunque hoy sea una curiosidad que atrae más miradas que compradores, sus capacidades apuntan a un futuro en el que estos humanoides sean útiles en trabajos donde la precisión y la adaptabilidad importen más que la velocidad.

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