Cómo todos sabemos, China ya no compite solo con mano de obra barata, hoy en día, compite con máquinas, pues sus fábricas están entre las más automatizadas del mundo, superando a potencias industriales como Alemania, Japón y Estados Unidos. Y no es casualidad: es el resultado de una estrategia nacional impulsada desde Beijing bajo el programa «Made in China 2025«, que posicionó la robótica como una de las diez industrias clave del futuro.


Específicamente en ciudades como Guangzhou y Ningbo, la escena ya es común: brazos robóticos soldando sin descanso, carros automatizados transportando piezas, y líneas de montaje que funcionan en la oscuridad, sin necesidad de operarios humanos. Incluso los pequeños fabricantes han comenzado a sumarse. Elon Li, un empresario que produce parrillas metálicas, invertirá 40.000 dólares en un brazo robótico con cámara e inteligencia artificial, que aprende observando a los humanos y replica sus acciones. Hace apenas cuatro años, una tecnología similar costaba más del triple y solo estaba disponible en el extranjero.
Sin embargo, este acceso masivo a la automatización abarata la producción y mantiene los precios competitivos, incluso frente a los altos aranceles impuestos por EE. UU. o la Unión Europea. En el caso de Zeekr, un fabricante chino de vehículos eléctricos, ilustra el cambio de paradigma. En apenas cuatro años, su fábrica pasó de tener 500 a 820 robots, con proyecciones de seguir creciendo. Estos robots moldean aluminio, sueldan piezas, transportan componentes y hasta hacen inspección visual con IA y cámaras de alta resolución. Lo más llamativo es la zona de soldadura opera completamente a oscuras. La luz ya no es necesaria cuando no hay humanos y mientras tanto, los diseñadores como Carrie Li usan inteligencia artificial para concebir interiores más eficientes, liberando tiempo para enfocarse en estética, tendencias y experiencia del usuario.
Aunque los trabajadores siguen siendo esenciales para tareas delicadas o controles manuales, la amenaza es palpable. Geng Yuanjie, operario de Zeekr, ve cómo su entorno se automatiza a gran velocidad. Con estudios básicos, teme quedar fuera de un sistema que ahora exige conocimientos en programación o robótica. «No me preocupa solo a mí, sino a todos», resume y es una preocupación compartida, la automatización no solo sustituye fuerza laboral, también cambia el perfil del trabajador necesario. En China, esto ocurre con menos frenos: no hay sindicatos independientes y el gobierno tiene el control total sobre el sistema laboral.


Además, China también enfrenta un desafío demográfico inédito, con una caída drástica en los nacimientos y una juventud más inclinada a estudiar que a trabajar en fábricas, el famoso «dividendo demográfico» ha desaparecido. Según Stephen Dyer, de la consultora AlixPartners, la única salida para China es aumentar la productividad, y para eso necesita un único aliado, los robots.

Por último, mientras el mundo sigue hablando de aranceles y barreras, China avanza silenciosamente en el terreno que realmente importa: la automatización industrial. Con más de 1,9 billones de dólares en préstamos industriales y un fondo estatal de 137.000 millones para IA y robótica, el país no solo está reconfigurando su economía, sino también el equilibrio global.