CEO de Scale AI pospuso su paternidad hasta que el cerebro se conecte con computadoras.

Hoy en día, la inteligencia artificial continúa avanzando a un ritmo vertiginoso y para algunos, esta revolución tecnológica redefine cómo trabajamos. Para otros, cómo vivimos. Pero para figuras como Alexandr Wang, CEO de Scale AI, también transforma cómo debemos criar. Su idea es provocadora: no tendrá hijos hasta que los chips cerebrales sean una realidad cotidiana.

Sin embargo, en una entrevista en The Shawn Ryan Show, Wang explicó que su decisión responde al desfase entre el desarrollo biológico humano y el avance acelerado de la inteligencia artificial. En su visión, el único modo de preparar a los niños para este nuevo mundo es a través de la integración con interfaces cerebro-computadora como Neuralink. Asimismo, Wang considera que la neuroplasticidad infantil es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse es la clave para incorporar estas tecnologías desde el nacimiento. Sostiene que los primeros siete años de vida son el periodo ideal para que los niños aprendan a usar dispositivos avanzados como una extensión natural de su mente. “Quienes crezcan con Neuralink usarán la tecnología de formas que hoy ni imaginamos”, afirmó.

Por otro lado, aunque parezca salido de ciencia ficción, los primeros pasos ya se han dado, recordemos el caso de Noland Arbaugh, el primer paciente humano con un chip de Neuralink, demuestra que esta tecnología está empezando a cambiar vidas. Arbaugh, tetrapléjico tras un accidente, ahora puede controlar una computadora con la mente: escribe, navega y hasta gana partidas de videojuegos. Este implante mide solo 23 milímetros de diámetro y tiene 1.024 electrodos capaces de traducir señales cerebrales en comandos digitales. Aunque todavía experimental, el impacto emocional y funcional que ha tenido en la vida de Arbaugh es enorme.

En este sentido, el propio Arbaugh experimentó una pérdida repentina de conexión entre su cerebro y el sistema, generando momentos de frustración. Neuralink lo solucionó actualizando el software, pero el incidente reveló la fragilidad de esta nueva frontera tecnológica. Además, voces como la del neurocientífico Anil Seth advierten sobre los peligros éticos: conectar el cerebro a una máquina implica abrir la puerta a la exposición total de nuestros pensamientos, emociones e ideas. ¿Qué ocurre cuando nuestros datos más íntimos dejan de ser privados?.

Finalmente, para Wang, el futuro ideal es uno donde el ser humano y la máquina evolucionen en sincronía desde el nacimiento. Pero entre ese anhelo y la realidad, hay una pregunta que resuena con fuerza: ¿será que estamos realmente listos para ello? es la pregunta del millón.

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