CICLISMO || Pogacar cede el triunfo a McNulty en Montreal y el UAE suma 85 triunfos

El Gran Premio de Montreal 2025 fue una exhibición, otra, de fuerza y estrategia de Tadej Pogačar y Brandon McNulty al frente del UAE.

La carrera, con 209 kilómetros repartidos en 17 vueltas a un circuito duro y con mucho desnivel, empezó con la clásica fuga inicial, pero el equipo de los dos favoritos nunca dejó que abriera demasiado hueco. Con el paso de los kilómetros, el ritmo fuerte fue seleccionando el pelotón hasta dejarlo reducido a un grupo pequeño.

Faltando cuatro vueltas, Pogačar lanzó el primer gran ataque en la subida más dura del circuito.

Ese movimiento rompió la carrera y redujo el grupo delantero a solo cuatro corredores, entre ellos McNulty.

Poco a poco, y con la insistencia de los dos compañeros de equipo, todo quedó en un mano a mano: Pogačar y McNulty contra el resto.

A partir de ahí, la carrera fue un recital táctico.

Pogačar probó una vez más en el penúltimo paso por la gran subida, marchándose en solitario.

Sin embargo, McNulty, que venía de ganar la Vuelta a Polonia, logró enlazar y los dos decidieron colaborar hasta meta. Con esa unión, abrieron un hueco enorme sobre sus perseguidores, que ya no tuvieron opciones reales de alcanzarlos.

Lo que todos esperábamos fue la manera en que gestionaron el final.

En la larga recta hacia meta, ambos entraron charlando y sonriendo, conscientes de que la victoria era del equipo.

Pogačar, con su estatus de campeón del mundo y reciente ganador del Tour, cedió el triunfo a McNulty en los últimos metros, un gesto de complicidad y reconocimiento a su gran esfuerzo.

Buen gesto, la paz interna de un equipo que necesita de tantos va en acciones como ésta, es una carrera World Tour, McNulty es un currante de los buenos y el gesto es acertado, aunque algunos seguro que no lo verán bien.

Al final, más que una simple victoria, fue una demostración de dominio absoluto. Entre los dos se encargaron de dinamitar la carrera, controlar a los rivales y rematar con autoridad.

Montreal vio no solo el poder físico de Pogačar y McNulty, sino también su conexión y la confianza mutua, que marcaron el desenlace de una de las clásicas más bonitas del calendario.

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